El peligro de internet en los más pequeños.
En la vastedad del internet, donde cada clic abre una puerta y cada pantalla se convierte en un espejo, los más pequeños caminan sin mapa. Lo que para los adultos puede ser una herramienta, para ellos puede transformarse en un laberinto emocional, sensorial y cognitivo. El peligro no siempre se presenta como algo explícito. A veces se disfraza de colores brillantes, canciones pegajosas o retos virales. Se infiltra en la rutina, coloniza el tiempo libre, y poco a poco desplaza el juego táctil, la conversación cara a cara, el silencio necesario para que la imaginación florezca. Los riesgos son múltiples: - 🧠 Sobreestimulación cognitiva: Exposición constante a estímulos rápidos puede alterar el desarrollo de la atención y la autorregulación emocional. - 🕵️♂️ Falta de discernimiento: Sin acompañamiento, los niños no distinguen entre contenido educativo y manipulador. - 🧃 Normalización de lo superficial: Likes y seguidores se convierten en métricas de autoestima, desplazando el valor del esfuerzo y la autenticidad. - 🧩 Fragmentación del juego simbólico: El juego libre, que construye mundos internos, se ve reemplazado por narrativas prefabricadas. - 🧭 Pérdida de orientación ética: Influencers y algoritmos dictan valores, muchas veces sin responsabilidad ni contexto. - 🧥 Despersonalización sensorial: El cuerpo queda relegado; se juega sin tocar, se aprende sin oler, se vive sin sentir. Pero el mayor peligro es invisible: la pérdida de agencia. Cuando el niño deja de ser explorador y se convierte en consumidor pasivo, el internet deja de ser ventana y se convierte en jaula. ¿Qué podemos hacer? - Diseñar rituales de entrada y salida: Marcar el inicio y el fin del tiempo digital con frases, gestos o sonidos que den contención y sentido. - Crear espacios de juego táctil: Revalorizar el contacto con la tierra, el agua, los objetos reales. Que el cuerpo vuelva a ser protagonista. - Acompañar con presencia crítica: No basta con supervisar; hay que dialogar, preguntar, sembrar dudas y curiosidad. - Recalibrar el algoritmo emocional: Enseñar que no todo lo que brilla es oro, y que el silencio también educa. - Construir mapas simbólicos: Que cada niño tenga su propio “Escala El-Tapia”, donde pueda nombrar lo que siente, lo que ve, lo que teme. Pero el mayor peligro es invisible: la pérdida de agencia. Cuando el niño deja de ser explorador y se convierte en consumidor pasivo, el internet deja de ser ventana y se convierte en jaula.